Cualquier crítica es siempre bienvenida

miércoles, 21 de octubre de 2015

Hay rayos de luz
que te acarician la cara
mientras la puta lluvia
te desmaquilla el alma.

Y lo cierto es que ahora mismo no sabría con qué quedarme.
No sabría, por ejemplo
si me dejaría cegar
por tu profunda mirada cobre
o buscaría el verde esperanza
de sus ojos de gato.
Esperanza que tú me das, mientras él me la quita.
Gata como lo que soy, cuando pierdo siete vidas en cada beso de incertidumbre.

No puedo asegurarte que vaya a quererte siempre.
Tampoco que no vaya a quererlo a él (puesto que lo hago, aunque con menos fuerza(s))

Lo único que puedo decirte es que estoy desnuda frente a una situación caótica.
Y el caos,
como cualquier círculo perfecto
no valen una mierda
comparados con los lunares de tu espalda.

Él no tiene lunares.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Me he replanteado tantas veces cómo sería mi vida si me guiase por impulsos, que creo que se me ha pasado ya un buen trozo y sigo estancada en el mismo punto del camino.
Y es que, ¿quién no se ha sentado alguna vez a solas consigo mismo y se ha preguntado qué habría pasado si hubiese hecho esto y no lo otro?
Si hubiese besado a la puta y no a la dama.
Si hubiese adoptado a un niño huérfano en vez de a un perro.
Si hubiese dicho un 'te quiero' a tiempo.
Si se hubiese dejado llevar...

Pero hay que reconocer que los impulsos no están hechos para todo el mundo.
Que a todos nos gusta correr cuesta abajo, pero a muchos nos acojona no tener frenos.
Y reconozco que yo soy así.
Que te besaría 
delante de cientos de gilipollas
con la mirada perdida
en nuestros labios
y al llegar a casa
me lamentaría una y otra vez
por no haberles tapado los ojos
y haberte hecho el amor. 

Hoy haría tantas cosas de las que mañana me arrepentiría que me faltaría vida para contártelas todas.
Pero prefiero pensar,
que me queda mucha vida
para hacer de todo
y no contárselo a nadie.



Hace más de un mes
que decidí empezar de cero
y aquí sigo restándole
tus sonrisas a mi calma.

Pero siento decirte que tu recuerdo se está petrificando.
Que no está vivo, que ya no late.

Puedo sentarte en mis rodillas
y contarte con toda certeza
que se me han muerto las mariposas
y no creo que vuelvan otras en mucho tiempo.

Lo sé porque lo siento.
Lo tuyo no.
Ni a ti.
Ni a mí.

Lo sé porque me acuerdo cuando estaban
y era mágico
y precioso
y emocionante
y dañinamente humano
y permanentemente efímero.
Como tú cuando sentías. Como tú cuando vivías.

Ahora ya todo ha cambiado.
Todo el mundo parece haberse ido de repente
y yo sigo anclada en el mismo lugar
al que volví a rastras
con la confianza sangrándome en las manos.

Es cierto, sigo aquí.
Pero ya no sangro.
Ni me arrastro.
Ni me quedo.

Así que entérate de una vez
que así como decidí no quedarme
y sí marcharme
y no llamarte
y tú no buscarme,
nunca jamás volveré a amarte.





viernes, 11 de septiembre de 2015

Aquel beso inesperado
me llenó en un segundo
el alma
de colores.

Y no hablo de colores primarios; sino de colores que bailan, se mezclan y dan como resultado la tonalidad más increíble que hayas visto jamás. Una tonalidad que cambia según la intensidad de cada matiz, pero al fin y al cabo, puro arte.
Eso eras tú, arte.
Recuerdo cómo esculpí una y otra vez tu cuerpo en forma de fotogramas cada vez que aquel maldito reloj daba la media noche. Todo estaba en blanco y negro y tú contrastabas tan bien que incluso llegó a asustarme tu belleza incomprensible.
Tampoco olvido el día en el que te usé de lienzo y pinté todo mi dolor en forma de mariposas. Mariposas de caricias que adornaban tu piel vacía y exenta.
Mariposas pasajeras que parecían encontrarse en casa.

Al fin y al cabo insectos con alas, para que así todo mi sucio pasado se esfumase a otros cuerpos que no fuesen los nuestros.

Añoro moldearte como el artesano da vida al barro,
pues yo también te daba la vida con cada una de mis miradas.

Era tanto lo que me provocó aquel dulce posar de tus labios,
que hoy,
aún estando tan cerca
y a la vez tan lejos,
rezando por no pensarte
y pensando por no buscarte,
sigo cerrando los ojos
a la espera de olvidar
al menos por un instante
cómo de viva me sentí
con tu boca enganchada
a las arrugas de mi frente.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Nunca había conocido un corazón con unos brazos tan grandes,
que me sujetase en todas mis caídas emocionales.
Pero ahí estaba él.
Era un alma completamente domesticada por la esencia de la vida. Un alma pura, un alma libre...
Y yo quise atraparla en cuánto lo vi pulcro; vestido de gala con ese traje tan característico.
Tenía unos bolsillos enormes, casi tan grandes como sus ojos grises. 
Gris era también el color de su corbata, la cuál se veía perfectamente sobresalir de forma extraña como consecuencia de no haber sido atada con mucha agilidad. 
Era un desastre con manos grandes, pecas infinitas y pelo alborotado. Qué perfección, joder.

Además de eso, me besaba los pecados como nunca antes me habían besado a mí.
No tenía reparos en lamerme las heridas del pasado (como si se fuesen a curar tan fácilmente...)
No le importaba sentarme en sus piernas y contarme una y otra vez por qué me quería tantísimo.
Era un hombre de cojones, un hombre acojonante...

Un día volví a casa después de salir a correr y lo vi sentado en aquel banco parcialmente mutilado.
No entendía nada.
Lo vi tan apenado que el corazón se me dobló siete veces, una por cada vida que acababa de perder al ver esos ojos tan apagados.
-¿Qué te pasa, cariño?- le pregunté acercándome casi sin aliento.

Recuerdo aquel día como el día en el que lo vi sollozar como un niño pequeño. Lloraba y se lamentaba por no poder vivir "una vida completa al tenerme" con la misma facilidad con la que yo la vivía.
No hablaba de desamor. Ni tenía una actitud suicida. Simplemente, hacía mención a la cardiopatía que no le dejaba ser él y de la cuál no os he hablado. 
Ni os he hablado ni os hablaré. Porque algo que le quitaba la sonrisa al amor de mi puta vida no merece ser nombrado jamás.

Recuerdo aquel día como el día en el que dos segundos después de que aquella confesión anidara en mi alma, empecé a llorar yo también.
Quizás por arrepentimiento, quizás por mi mala vida... no lo sé muy bien. La cosa es que aquella emoción fructífera se había adueñado de mi conciencia y parecía no querer irse en mucho tiempo.
Yo jamás había mirado la vida de una forma tan positiva. Sin embargo, tenía razones de sobra para hacerlo.
Tenía un hogar, que era él.
Tenía una vida bonita, que era él.
Tenía ilusión por vivirla, que era él.
Tenía amor para dar, que era para él.

Todo se resumía a su jodida presencia. Y eso, aunque no lo creáis, era lo que me mantenía a flote cada día.
Me mantenía a flote cuando me sumergía en los vasos de whisky, intentando buscar alguna razón para no seguir perenne en bares de mala muerte. Pero no conseguía hallar algo lo suficientemente fuerte a lo que aferrarme, que me sacase de aquella rutina tan sucia y mortal.
Yo era todo lo contrario a él. Podrida, desorientada, con la vida en los bolsillos y el pantalón muy roto. A pesar de eso, a pesar de lo agujereado que estaba mi corazón, él me quería tal y como era.

Aquel día llegamos a casa e hicimos el amor de la forma más tierna que conozco: con la mirada.
Fue un polvo deseado, furtivo, casi fulminante... pero fue un polvo inolvidable.
Me encendía por dentro cada vez que hundía su cuerpo en mí y me gemía al oído que lo era todo para él. Todo, joder, todo...
Creo que fue aquello lo que me abrió los ojos como segundos antes el placer me los había cerrado.
Se quedó dormido después del goce casi pactado, y lo vi soñar que vivía. Su ilusión me tocó tan hondo que parecía que las flechas de Cupido se hubiesen quedado atrapadas en mis entrañas y él mismo estuviese tirando de ellas para recuperarlas.
Maldita sea, cuánto le quería...

Recuero aquel día como el día en el que dejé una nota sencilla (pero llena de sentimientos y lágrimas) encima de la mesita de noche.

"Una vez te juré que mi corazón era tuyo.
Nunca imaginé que lo que siento por ti haya convertido dicho hecho en realidad literal.
Te quiero muchísimo"

Sin más demora me desnudé, hundí mi puño derecho en mi pecho y saqué aquel corazón tan sano de su escondite.
Supe que ya nada volvería a ser lo mismo.
Que añoraría bucear y escuchar sus latidos.
Que echaría de menos que se encogiese tras rupturas inesperadas.
Que ya no tenía órgano vital.

Pero qué puta cosa era más vital que verle dormir, a sabiendas que cuando despertase se encontraría de pleno con una vida completamente nueva. La vida que él siempre había deseado.
Le dí un beso en los labios, otro en la frente y dejé aquel amasijo de carne al lado de la nota previamente escrita.
Poco después me largué en busca de otro vaso de whisky, a sabiendas de que ni todo el alcohol del mundo podría hacerme tan feliz como lo que acababa de hacer.
A la mierda la cardiopatía.



domingo, 30 de agosto de 2015

Hoy tengo unas de esas noches
en las que la vida parece
haberme desnudado
en pleno invierno ruso.

Es por eso quizás
que tirite de amor
cuando tu voz me toca
como tú nunca lo has hecho.

O que sienta mis ilusiones 
tan hundidas en nieve
que ni tus manos ardientes
ni mis ganas de besarte
puedan reanimarlas de nuevo.

No te voy a mentir, te necesito. 

Puede que no como el niño
que necesita a su madre.

Ni como el pez 
que necesita mar.

Yo te necesito para no necesitar.
Te necesito para no sentir.
Te necesito para no pensar.

Y te juro por Dios
o por el mismísimo diablo
que jamás he deseado tanto
fugarme de mí con alguien.

Parece ser que estas mejillas
tan sonrosadas de caricias inocentes
vuelven a la vida
cuando me hablan de ti conmigo.

Parece ser que las estalactitas de mi piel
se han clavado en tu pubis 
y al mismo tiempo
entre mis piernas.

Parece ser que lo que ayer fue invierno
hoy lo sigue siendo
sólo que más tenue 
y más bonito
y menos gris
cada vez que me coges de la mano.

Sólo te pido
desde lo más profundo de mi corazón-iglú 
que si te quedas a vivir en mí
seas puta primavera para siempre. 

Sólo te pido
que si al final decides quererme
lo hagas tan fuerte
que me evapore en tus brazos. 

De ahora en adelante, cariño
te declaro mi estación favorita. 







viernes, 28 de agosto de 2015

Todavía no entiendo 
cómo pude lanzarme 
al vacío de tus manos
sin un puto paracaídas de repuesto.

Recuerdo aquel día como la primera vez que conocí a alguien sin realmente conocerle.
A tientas.
Con las manos atadas a la espalda, pero muchas muchas ganas de abrazar la tuya.

Y eso fue lo que me motivó a experimentarte: las ganas.
Ganas de volver a recuperar esa ilusión que algunos afirmaban encontrar en manos entrelazadas y besos de miel. Pero que yo, que ya venía desgastada y polvorienta, sólo podía encontrar en folios en blanco.
Eras como buscar caracolas en un desierto que una vez fue mar. Mitad estúpido, mitad necesario.

Pero tengo que confesarte, cariño, que aquello más que amor era puro capricho.
Te juro que me sentí ambiciosa y desesperada al ver tus andares entre las calles de mi mente; pero también te aseguro que nunca jamás me había sentido tan viva.
Tenerte o no, qué más me daba joder... yo sólo quería sentir que este corazón podrido volvía a latir al ritmo al que tú tocabas la guitarra.

No te voy a mentir, siempre supe que algún día el destino se pondría de mi parte y colocaría tu mullido ser entre mis brazos. De lo que no me percaté (y lo digo con tristeza y con el corazón en tus manos), era de que esa alma de colores que intentaba proteger para saciar mi falta de cariño, era más que una simple ilusión a mi alcance.

¡Eras tú! Con tus pocas virtudes y miles defectos.
Con tu voz ronca y tus manos de bronce.
Con tus ganas de ser tsunami, sin previamente haber sido ola.

Lo conseguiste. Aunque más que tsunami, eres todo lo que él arrastra.
Eres recuerdos.
Eres angustia de no saber qué va a pasar ahora.
Eres gritos que penetran.
Eres mi árbol de la vida flotando a la deriva.
Eres socorro.
Eres auxilio.
Eres muerte y vida al mismo tiempo.
Eres basura.
Eres resaca.
Eres hogar.

Y todo esto te lo digo con cariño, aunque no con respeto.

Porque pese a lo mucho que te quiero
y a lo mucho que eres y serás,
después de las tormentas
después de los tsunamis
y después de cualquier otro riesgo natural (como verte desnudo)
siempre llega la calma
de saber
que las olas se llevan lo peor
dejando a flote
nuestro lado más humano.

Ahora te toca a ti enseñarme el tuyo.




miércoles, 26 de agosto de 2015

Vengo a contarte que puede que yo no sea lo que tú esperas.
Que sea lo que nadie espera.
O que simplemente, no espere.

Soy maniática.
Soy viciosa.
Soy risueña.
Soy tú.

Y seré menos yo y más contigo si te atreves a quererme por encima de tus posibilidades (que sé que son pocas, pero suficientes).
Seré la anti-monotonía en cada beso que te dé.
Seré la estabilidad en tus borracheras emocionales.
Seré sexo. Y sexy si me dejas engatusarte con mis piernas kilométricas.
Seré y no me daré ni cuenta, porque no querré otra cosa que verte ser a ti. 

Ser o no ser, decían.
Contigo o sin ti, digo yo ahora.

Así que ven aquí y quiéreme.
Déjame que sienta cómo el amor que me das con cuentagotas corre por mis venas, me pellizca el corazón y me hace explotar en mil carcajadas de cariño. 
Ven aquí y ódiame. 
Déjame gritarte hasta reventarte las ganas de sentir que no estas vivo, porque lo estás.
Vivo y a salvo entre mis brazos-muralla. 

Y que intente algún loco
arrebatarme tu plácida presencia,
que aunque nunca he estado en tu guerra (pero sí en tu cama, que es parecido)
ni he sido soldado de acero
ni sé pelear sin palabras
te prometo que puedo
ser toda tuya.



Poesía a trozos de mí.

"Me quise morir por reencarnarme en tu piel"

"Quedamos a las ocho en los suburbios de mi cama. No te retrases."

"Es muy fácil decir 'sé tú mismo', lo difícil es saber quién eres"

"Yo te he querido. Tú me has herido. Empate"

"La vida me brinda oportunidades mientras yo brindo por volver a verte"

"Creo que fueron tus suspiros los que movieron las manecillas de mi reloj"

"Ni el mismísimo diablo se atreve a hacerte un rasguño en esa puta cara"



domingo, 23 de agosto de 2015

Has llegado
en el momento 
menos indicado
con las imperfecciones
más perfectas.

Pero qué más me da
que llegues a deshora
si sacas de paseo
las mariposas de mi estómago
cada vez que me tocas
con tus ojos tierra.

Y es que conocerte ha sido
como abrir la ventana
de mi casa-corazón
y dejar que la brisa entre,
se siente en el sofá (conmigo desnuda)
y me hable de cómo
te lame la piel
cuándo eres tú
quién abre la puerta.

Ábreme las piernas.

Y tus brazos.
Por si la brisa se vuelve ciclón
y tenga que aferrarme a algo
que me salve la vida
mientras tú
me la estás quitando.





martes, 18 de agosto de 2015

Hace tiempo que me he dado cuenta de que esta vida tan puta, no es más que un cúmulo de casualidades tan absurdas que nos hacen sentir grandes.
O tan grandes que nos hacen sentir absurdos...

Y es que quién me iba a decir
que tu casa fuese
mi número de la suerte
más uno.

Un uno que es también
la cifra que dan como resultado
tus ganas de comernos la boca
yuxtapuestas a nuestros defectos desnudos.

¡Qué coincidencia joder!

Qué caprichoso es el destino cuando tira los dados del azar y decide que a mí me toca mendigar amor en las calles de tu corazón, mientras tú derrochas cariño en los castillos de mi ombligo.

Nunca pensé quererte tanto.
En realidad, nunca pensé.

Porque si hubiese cogido a la lógica de la mano
y no hubiese asesinado a mi cordura con los restos de tus besos
ahora no estaría aquí
siendo la casualidad más bonita y más sincera
que jamás te volverá a pasar.







lunes, 17 de agosto de 2015

Aún me huele el corazón
a tu perfume barato
que tan fiera me ponía.

Y es que ya no sé si esto es poesía o que te estoy queriendo mucho.
Demasiado.
Tanto que me duele el olvido cuando tu recuerdo entrelaza sus dedos en los míos y me susurra que solías quererme.
Yo también solía. Y suelo. Suelo al que me lanzo desde lo más alto de mi cama cada madrugada de insomnio y resaca emocional.
Por si me estrello con él y te veo entre un millón de nubarrones de colores.
[...]
De colores eras tú cuando tan pícaro sonreías.
Eras verde esperanza.
Eras naranja atardecer.
Eras rojo pasión.
Eras amarillo mala suerte.

Y qué mala suerte la mía,
por haber dejado que tus pigmentos ahora sean cenizas
que el viento abraza y besa.

Y qué mala suerte la mía,
por dejar que el viento le haga a tu esencia
lo que ahora que eres gris y monótono
no volverás a hacerme a mí.


                                                                                             
                                                                                                             






martes, 11 de agosto de 2015

No sé cómo decirte
que ya no necesito
tu grata presencia
en mi absurda vida.

Que ya no me da miedo
pensarte y que no estés
sino que estés
y ya no te piense.

Y es que lo único que pasa
entre nuestros cuerpos inertes
son las horas con piernas infinitas
que le dan patadas
a la basura que había entre nosotros
y que nunca reciclamos.

Podríamos haberlo hecho. El amor digo.

Que pase lo que tenga que pasar
pero que pase algo
- decía mi inocencia al borde del suicidio.
Y pasaste tú,
pero tan deprisa y volátil
tan efímero y punzante
que lo que pasó es que pasaste
de largo y tendido.

Dime amor mío,
cómo voy a quererte
si ni siquiera tú
que tan niño parecías
que tan dulce aparentabas
que tan frágil te creía,
lo habías hecho antes.

Quiéreme tú, ahora que puedes
y que sabes
después de que esta triste alma
libre de pecados compartidos
te haya enseñado
todas sus lecciones
como la más puta maestra
tras ser presa aprendiz.

Quiéreme tú, ahora que el amor te ha tocado
pero no te ha hundido lo suficiente
como para ahogarte en tu propio mar de lágrimas
y hacerte ver
que a veces
el mejor salvavidas al que puedes atar tu vida
y rezar por otra mejor
es alguien con mi nombre y mis letras.

Alguien como yo.


lunes, 10 de agosto de 2015

La vida a veces me duele tanto que resulta hasta irónico.

Como un enfermo de cáncer en sus últimos suspiros.
Tal vez como una niña a la que no le quedan ganas de jugar.
O como un perro abandonado a la espera de su próximo dueño.

Vivimos en un mundo donde hay buena gente sobreviviendo en castillos de cartón e hijos de puta follando en suites de lujo.

Y te prometo que no lo entiendo, cariño.

No entiendo a quién dijo que éramos perfectos
si no ha mirado al mundo a los ojos
y no se ha quedado sin habla
tras ver a la injusticia vestida de gala.

De gala como se visten mujeres frías
para calentar a maridos más fríos aún
en una relación ya congelada.

Congelada como la sonrisa de niños
a los que les roban la infancia
para obtener beneficios de mierda.

Mierda como lo que somos y seremos
hasta que el mundo reviente y nos haga saber
que no somos humanos,
pero mucho menos perfectos.




jueves, 6 de agosto de 2015

Me encuentro en uno de esos días
en el que no quieres saber
nada en absoluto.

No quiero saber
cuántos colores tiene el alba
ahora que tú no los pintas.

Ni quiero aprender
cuánto suman 2+2
ahora que yo soy medio.

No quiero sentir
lo que posiblemente sientas
cuando mires fijo la mañana
y no veas mi cuerpo risueño
entre tus brazos canela.

Ni quiero intuir
un futuro incierto
pero mejor 
si no es contigo.

Sólo quiero permanecer inmóvil
ante el abismo de mis piernas abiertas
a la espera de que algún día
tú vuelvas a saltar.



miércoles, 5 de agosto de 2015

Hoy la cobardía
se ha desnudado 
me ha besado
y se ha alejado sin irse.

Creía que eras tú
pero tú no te desnudas
besas mejor
y nunca has estado.

Y pensé que eras tú y no ella
porque noté el miedo en su saliva.

Y creí que no era ella y eras tú
porque noté la rabia en sus manos
cuando me apretaba el culo y encogía la traquea
para no gritar que me querías.

Porque me querías.

O al menos eso colgabas en mis oídos
en las noches más cálidas de julio
donde lo único frío
éramos nosotros.


martes, 4 de agosto de 2015

Vengo a decirte, amor
que en este caos de vida
nada es lo que uno espera.

Que hay citas a ciegas
y ciegos en citas.

Que hay amores que matan
y asesinos enamorados.

Que buscamos la paz mundial
cuando aún no sabemos 
perdonarnos a nosotros mismos. Ni a otros. Ni a nadie.

Que la marejada va y viene
pero hay pescadores que no vuelven.

Que lo bonito es hoy (y tú)
pero mañana podría no ser nada.

[...]

Y eso, cariño mío
esa incertidumbre que viaja en el aire
esa duda inmortal que me desbarata el sentido
ese nosequé que sangro a borbotones... 
Eso, es lo que motivó el suicidio de mi esperanza.




domingo, 2 de agosto de 2015

En esta noche oscura de verano
dónde no hay más ruido que el silencio
las estrellas me clavan puñales
a los que la muchedumbre llama 'soledad'.

Me descompongo, amor.

Tengo un corazón tan putrefacto
que ya no siento sus pálpitos
al ritmo al que me haces el amor.

Me disgrego, cariño.

Tengo una mente tan perversa
que ya no te pienso en las mañanas de abril
pero sí te deseo
en las noches de enero.

Me carcomo, mi vida.

Tengo tan pocas ganas de sentir
que por mucho que me pellizques el alma
con tu mirada color miel
este ser tan cargado de emociones y violado por errores
no dirá una palabra.

Enmudezco, cielo.

Aún así,
tan falta de armonía mente-corazón
tan gravemente tocada y hundida
tan desastrosamente imperfecta

yo te aseguro, tesoro

                       que no me posiciono en contra

                                                              de que me quieras querer un rato.



viernes, 31 de julio de 2015

Hoy es una de esas noches en las que no puedes pensar en nada
excepto en el simple hecho de que estás pensando
y piensas porque duele
y duele porque piensas...

Todo esta madrugada es un puto círculo vicioso 
que me eleva y me desvanece,
me excita y me corrompe,
me llena y me deshace en un sin fin de dudas
que culminan en la idea de comerte a besos esa nariz puntiaguda.

Puntiaguda como tu alma
que se clava en mi costado
haciéndome añicos la cordura
y rompiendo en mil pedazos mis expectativas.

Hoy es una de esas noches en las que no puedes hacer nada
que no sea recordar su cuerpo desnudo y libre
paseando levemente por todos los rincones del dormitorio.

Ya no sé qué hacer contigo.
Quédate.
Márchate.
Quiéreme.
Ódiame.

Haz lo que tengas que hacer,
pero hazlo rápido
porque este amor que siento tan dentro
está saliendo a flote.







sábado, 18 de abril de 2015

Pérdida, con o sin tilde.

Se levantaba una y otra vez la camisa para que la brisa marina acariciase sus pechos pequeños. Era como si él estuviese ahí de nuevo...
Aquella calita a la que tanto solían ir seguía igual de preciosa que siempre. Las olas turquesas seguían enredándose y chocando juntas contra las piedras, la arena blanca seguía desvaneciéndose entre sus dedos y el olor a océano invadía aquel lugar tan acogedor. Allí se sentía en casa.
Se sentía en casa porque era como estar a su lado de nuevo. Incluso parecía bailar un vals entre sus bastas manos varoniles cuando su cuerpo liviano se mecía en el vaivén del oleaje. Qué sentimiento tan agonizante...
El estar desnuda entre tanto desbarajuste mental tampoco le servía de gran ayuda, pero le hacía sentirse libre. Libre y viva. Viva porque el tacto de su piel se fundía con cada granito de arena que golpeaba su sonrosada tez, dejando un sin fin de escalofríos que le hacían olvidar (por unos breves segundos) que ella existía a pesar de no gozar de unos brazos a los que aferrarse. 
El atardecer aquel día era más ardiente que de costumbre. El sol parecía haber explotado en un millón de partículas anaranjadas que se reflejaban en sus pupilas al son de la canción que no dejaba de tararear: 
Ain't no sunshine when she's gone.
it's not warm when she's away,
ain't no sunshine when she's gone,
and she always gone too long anytime she goes away...
Aquella canción siempre quedará grabada en sus recuerdos. Era esa la que sonaba cuando se vieron por primera vez en aquel pub de luz tenue que hacía esquina con la calle principal. Era esa la que él le cantaba en voz bajita con una sonrisa pícara y sincera, mientras no apartaba la vista de sus labios de miel. Cuánto le echa de menos...
Pero después de todo ese tiempo a solas consigo misma comprendió al fin que ella era quién le alegraba el corazón. Era ella a quién él amaba por encima de todo y la única a la que le regalaba sus tardes dulces y sus noches apasionada, y eso, por encima de cualquier otra cosa, es lo que ella queriendo o sin querer no olvidaría jamás. Ella era su pequeño sunshine...