Cualquier crítica es siempre bienvenida

domingo, 20 de marzo de 2016

Pienso demasiado en ti. En lo que debimos y no debimos haber hecho en su momento. En cómo se te ocurrió arriesgarte y lanzarte de cabeza al barranco de mis defectos. De mis manías que sacarían de quicio a cualquiera, mientras tú las concibes como virtudes.
Pienso que antes de nacer ya estaba lo nuestro escrito. Que cuando jugaba a inventarme una vida tú estabas en todas (sin yo saber nada). Y que ahora que invento juegos tú eres toda mi vida. Juegos e historias que culminen en la magia de tu sonrisa, que cura y oprime el pecho dejándote una sensación de alivio y muchas ganas.
Nadie había bailado nunca con las sábanas de mi cama. Ni con mis sentimientos a flor de piel.
Tampoco nadie se había molestado en unirme los lunares intentando descifrar el enigma de si era él el adecuado. A ti te lo digo yo sin tener que pintarme nada en la espalda (aunque ya lo hayas hecho): eres el único.
Y lo eres porque conmigo eres paciente. Me das la calma que necesito y la estabilidad con la que toda mujer cuerda ha soñado alguna vez despierta. Me das ilusión en frasquitos de detalles. Me das caricias que me alegran las entrañas (que se retuercen y te confiesan que tengo ganas de hacerte el amor). Me das vida en cada uno de tus abrazos y me la quitas en cada decepción causada por mi falta de tacto proveniente de un corazón de acero. Me haces ser yo misma, porque afirmas que soy yo y no otra por la que te levantas todos los días con la motivación en la sangre y sales a hacer lo que mejor se te da: ser un campeón.
Te amo, pero eso sólo son dos palabras que jamás podrán expresar cuán importante eres para mí. Lo eres todo, cariño.

sábado, 19 de marzo de 2016

Lo cierto es que he emprendido una metamorfosis sentimental en menos de lo que cualquiera pudiese esperar de mí. Y digo esto porque nunca fui de avanzar a grandes pasos, ni de saltar los obstáculos del camino con la destreza suficiente; yo soy la que se cae al suelo tras tropezarse con la misma piedra, se destroza en la caída (e incluso antes de tocar fondo) y luego se levanta con cicatrices preciosas y la puta piedra en el bolsillo.
Dicho esto debo admitir que mi actitud no es precisamente admirable. Que lo que yo considero ser valiente otros lo ven con ojos diferentes. Que mientras yo pongo la esperanza por bandera otros la pierden en camas de Dios sabe dónde. Y a veces estoy orgullosa de ser como soy, mientras el alma me solloza por tener que volver a recomponer los pedazos y hacerme sonreír más de lo que alguna vez pude.

Pero hace tiempo que la suerte decidió cogerme de la mano. Y cuando digo suerte tarareo su nombre. Y cuando digo nombre me suena a hombre, que es todo él.

[...]

Mi falta de cariño estaba saciada con besos bumeranes.
Mi melancolía sólo se revolvía en las noches más estrelladas.
Mi piel estaba sanando después de tantas caricias vacías.
Y yo en mi conjunto estaba empezando a darme cuenta de qué era lo que verdaderamente necesitaba.

No sé de dónde vino aquel impulso feroz por agarrarme a su espalda y no soltarme hasta que él (o el cansancio) me empujase. Tampoco sé por qué fue en mi mejor momento cuando necesité tanto de su presencia. Ni por qué en los malos, de repente, siempre afloraba su apoyo incondicional.
Sólo sé que entre sus brazos me siento como en casa, y que fue precisamente en una dónde el frío, el alcohol y las personas que ya no están me susurraron en versos que tenía que tomar el tren de mi vida de una vez por todas.

Reconozco que dudé. Que mientras el mundo y el caos se reorganizaban armónicamente para que todo nos saliese bien yo vivía con el miedo en la punta de los dedos; y no se puede tocar el arte pudiéndolo manchar de incertidumbre.
Me dio miedo retomar el camino que tantas veces había emprendido sin nunca llegar al final, pues mis piernas siempre se atrofiaban al cabo de meses andando sobre baches y finalmente, acababa tan hecha polvo que tenía que abandonar y reptar a ciegas hasta un hogar de paso.

Qué casualidad que él siempre fue hogar para mí,
que el camino ahora lo termine a su lado
y que aún no teniendo heridas que sanar, me las sé curar todas.

Y qué fácil amar, cuando es él el indicado.


                                                                                                                                           -F