Cualquier crítica es siempre bienvenida

sábado, 22 de diciembre de 2012

I, me and myself 
 
 
Divertida, incluso a veces llego a ser un tanto ridícula, pero eso me encanta. Descarada y sincera, no reparo en mis palabras si tengo que decir la verdad. Un poco pesada, pero no demasiado (o eso creo). Enamoradiza; de la vida, de su sonrisa y de mí misma. Original y creativa, sobre todo dibujando y escribiendo. Mala bailarina, aunque me encante bailar. Feliz, siempre con una sonrisa pintada en la cara. Imperfecta, por supuesto. Prepotente, por eso a veces la cago. Totalmente bipolar, sobre todo de noche. Buena y mala a la vez. Simpática, dispuesta a ayudar a quien lo necesite. Sensible, a veces demasiado. ¿Exagerada? Casi siempre, pero es algo que me hace ser yo misma. Amante de los animales. Rencorosa, aunque sólo con aquellos que se pasaron haciéndome daño. Astuta e inteligente, excepto en matemáticas. Tal vez algo atleta, puesto que hago natación voluntariamente. Más diurna que nocturna, aunque depende del día. Dormilona. A veces comilona, aunque mi cuerpo no lo representa, puesto que estoy muy delgada. Soñadora, muy muy soñadora, aunque soy más de las que sueñan despierta. Paranoíca, sí, eso completa mi peculiar sentido del humor. Generosa con quién lo merece y egoísta con el avaricioso. Tranquila (eso hace que tenga sueño), aunque a veces la adrenalina me hace dislocar. Despistada, siempre me dejo algo olvidado en algún sitio. Perfeccionista, aunque no crea en la perfección. Atea, ni cristiana, ni judía, ni musulmana ... atea. Linda y encantadora. Lo de guapa y fea lo dejo a gusto del consumidor. Espectacular cuando quiero destacar, cosa que casi nunca quiero. Nada popular, puesto que no me gusta serlo, aparte de que no sirvo para ello. Tímida para algunas cosas, sin vergüenza para otras. Educada, casi siempre. Modesta, nada orgullosa. Fiel. Ni pesimista ni optimista, más bien realista. A veces me da asco la mayoría de la sociedad. Respetuosa. Responsable. Nada ahorradora, y no digo que eso sea bueno. Infantil, me encanta sacar a la luz la niña que llevo dentro. Ni femenina ni masculina, más bien yo misma.
[...]


 
 
 
 


martes, 18 de diciembre de 2012

JL.

Yo no creía en nada. Ni siquiera creía que lo nuestro duraría mucho tiempo, y lo cierto es que no me equivoqué. Un quince de Junio de 2010 empezamos y un quince de Agosto de 2010 terminamos; en definitiva, 4 meses de lo más agotador. Pero si acerté en el hecho de que lo nuestro no sería para siempre, me equivoqué al creer que lo nuestro no iba a ser especial. "Algo normal" pensaba, y "otro más" decía la gente. Pero lo cierto era que en el fondo de mí, sabía que no iba a ser la rutina de siempre; la rutina de hablar por Messenger y de cogernos de la mano. Él estaba siempre en el mismo sitio, aquel que de vez en cuando me provocaba una horrible torticulis de mirar tanto hacia atrás para observarle. Me encantaba. Sus rápidas miradas, sus dulces gestos, su sonrisa, sus ojos marrones anaranjados ... No era un cualquiera que se sentaba atrás y te miraba el trasero, no, era el tío de mis sueños mirándome a los ojos el suficiente tiempo para que nadie notara el hecho de que estaba enamorado. Cada vez que lo veía hablar con otras pensaba "él no es para tí", pero metí la pata hasta el fondo, porque sinceramente parecía haber nacido para estar conmigo. Clase tras clase aprendiendo cómo decirle "te quiero" con la mirada en vez de prácticar ecuaciones; recreo tras recreo corriendo para sentarme al lado de él. Me encantaba llegar y ver que él me guardaba el sitio disimuladamente. Esas cosas me hacían feliz, esos pequeños e insignificantes gestos de afecto eran los que me mantenían viva cada mañana, cada atardecer, cada madrugada ...
Durante esos cuatro meses lo dí todo de mí, porque sabía que él lo merecía. No caímos nunca en la rutina, ya que si un día íbamos a la playa, otro salíamos a correr; si un día íbamos a cenar con todos nuestros amigos, otro paseabamos entre árboles cogidos de la mano sin que nada ni nadie existiera. La verdad es que me encantaba vivir de esos momentos, adoraba vivir de él.
A veces recuerdo con frecuencia mis momentos preferidos, como la primera vez que nos cogimos de la mano en el embarcadero mientras que nuestros amigos tallaban nuestros nombres y un lindo corazón en la madera de las escaleras. O cuándo te pusiste de rodillas, me cogiste de la mano y me pediste que bailara contigo en el baile de Grease que la escuela había organizado. También adoraba tus halagos y el mote que me pusiste: pequitas. Daría lo que fuera por volver a escucharte decir esa palabra. Pequitas, pequitas, pequitas .... Me estremezco cada vez que te pienso diciéndolo.
Pero empezaron a venir los momentos malos, uno tras otro, sin pausa .... Discursiones, gritos, lágrimas, enfados .... Algunas veces los superábamos juntos, otras veces eran ellos quienes nos superaban a nosotros. Hasta que todo se terminó. Recuerdo como en el momento que dejaste claro que todo se había acabado una ansiedad me mató por dentro, y millones de imágenes de nosotros, como si de una película se tratase, pasaban por mi mente rápidamente. Es como si en un segundo recordara todos nuestros buenos momentos, buenos momentos que me hacían pensar una y otra vez en lo que fuimos, pero sobre todo, en lo que pudimos ser. Lloré indefinidad de veces al mirar tus fotos y ver que no estabas a mi lado. Te necesitaba más que nunca, y encima todo me recordaba a tí. Cada noche quería que volvieran nuestros malos momentos, para que así los buenos también volvieran. Nada era capaz de sacarte de mi cabeza. La verdad es que lo nuestro estuvo bien, y cierto es que no me arrepiento. Que caí mil veces en la misma trampa, la trampa de ser tu perro faldero. Pero ahora no pienso en eso, si no en que lo que un día tuvimos supera todo lo que alguien pueda imaginar como "pareja perfecta". Gracias por los momentos, porque sinceramente, forman parte de mí.