Mientras desayuna solo en la cocina, la brisa mañanera agita las hojas de las plantas que habitan cerca de la ventana. No se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor. No se da cuenta de que el informativo de las 7:00 lleva ya varios minutos empezado; ni tampoco de que la tostadora sigue enchufada; ni siquiera se da cuenta de que la luz roja de su teléfono fijo parpadea constantemente. Vive sumergido en pensamientos que de vez en cuando lo secuestran de la realidad, haciendo así que pierda la noción del tiempo. Por desgracia ha vuelto a pasar, y ya llega tarde al trabajo. Coge las llaves del coche de encima de la mesita del hall y sale a toda prisa hacia su oficina. Mientras conduce, vuelve a pensar en lo que le pasa. Sabe que no está enamorado, lo sabe con total seguridad. Se siente vacío, incompleto, y lo peor es que no sabe la causa de su estado. Necesita conocer a alguien, alguien que consiga enamorarle, tal y como hizo ella. Pero eso va a ser realmente difícil, ya que se opone totalmente a sufrir y pasarlo tan mal como la última vez. Sabe que necesita recuperar esa ilusión que un día perdió al ver como la relación que daba sentido a su vida se iba a pique cada vez más, y con más rápidez...
A pesar de sentirse de esa forma, no llora, ni siquiera tiene ganas. A veces se pregunta "¿Será porqué ya he llorado todo lo que podía?", pero nadie responde a su pregunta.
En realidad nadie sabe cómo se sintió cuando lo dejó con ella, ni cómo se siente ahora, pero aún así todos hacen como si lo supieran todo de él, de sus sentimientos, como si alguna vez en su vida se hubiesen sentido como él. Odia que los demás se comporten como verdaderos imbéciles, ya que sabe con toda certeza que ninguno de sus amigos ha llegado a pasarlo tan mal con una chica como lo hizo él, jamás. Y a veces los envidia, envidia que al ir paseando por la calle miles y miles de parejas demuestren al mundo lo felices que son. A cada sitio que va los recuerdos le invaden. Antes le dolían, ahora sonríe al acordarse de que un día, fue tremendamente feliz con una mujer, la mujer que dejó su huella, para no borrarla jamás.
Aparca su coche al lado de un Fiat de color rojo. Mientras que el motor se desvanece él sigue pensando. Ya no le duele recordar, ni siquiera pensar en qué fue lo que pasó. Se siente feliz, y no tiene ninguna prisa por recuperar esa ilusión, así que hasta el momento, esperará a la persona que sepa aceptarle tal y como es, pese a sus defectos, y que le demuestre día a día que cada vez que le susurra un "te quiero" al oído, es porque verdaderamente lo siente.
Si te duele ahora, mañana está curado.