Cualquier crítica es siempre bienvenida

lunes, 4 de abril de 2016

Mi puño y letra me dice que siempre tendrá cosas que contarte; palabras que grabar con tinta para que los amantes del futuro sepan lo que de verdad era amar con el corazón al descubierto y sin chaleco anti-balas.

"Los balazos son para los valientes"- me grita a mí el mío, mientras el alma cabecea de lado a lado negando rotundamente que el sufrimiento sea sinónimo de coraje.
Pero qué más da lo que digan si a mí hace ya tiempo que me fusilaron en el muro de la inocencia. Con los brazos abiertos esperando un abrazo de consolación que yo misma podía darme, y que nunca llegó. Con las piernas escuálidas y frías de toda la rabia que había emanado. Con la mirada perdida en los ojos de Dios sabía quién (pero que ahora yo, que no soy omnipotente, lo sé con total certeza).
Recuerdo que no hubieron "últimas palabras". Que no tuve el privilegio (por llamarlo de alguna forma) de poder expresar cuán vacía y afortunada me sentía al descansar sobre aquel muro a la espera de que todo terminase.
Aunque aquel muro fuese más ignorancia que inocencia,
aunque quién disparase no tuviese cojones de mirarme a los ojos.

Fue un fusilamiento lento. Como si en vez de balas me clavasen agujas en cada poro del cuerpo. Como los inmigrantes bajan del barco que les repatria. Como respiraría el resto de mi vida si tú te marchases ahora.
Era paz y guerra al mismo tiempo, era muerte y vida en las mismas manos.
Le di las gracias al miedo por negarme la palabra para no poder gritar por última vez su nombre mientras maldecía todo lo que había pasado entre nosotros (bueno y malo).

Una vez en el suelo, casi mutilada, vestida de balas de calibre "nunca volveré" quise no levantar la vista. Estaba emocionalmente destrozada.

Con el tiempo me lavé las heridas con vodka. Bailaba mañana, tarde y noche para olvidar lo que era enamorarse de alguien.
Pero me pisaba los pies cada vez que lo veía sonreír como si esta vida no fuese una mierda.

Las manecillas del reloj corrían, pero él se corría mejor cuando el poco amor que guardaba se lo ofrecía sin esperar nada a cambio.
Sin embargo, lo que yo no sabía era que ese "poco" amor no era tan pequeño como yo creía, ni estaba tan escondido, ni llevaba otro nombre que no fuese el suyo.

Recuerdo que él llegó a mi vida como le sigue la primavera al invierno: sin prisa pero sin pausa. Me fue ganando terreno en el arte de amar y yo, totalmente embelesada, descubrí que nunca hubo un antes y después en lo nuestro, pues mi vida siempre había ansiado sus dedos en los míos.

A día de hoy puedo decir que estoy completamente enamorada.
Que he encontrado al hombre de mi vida.
Que sé lo que es amar con razón.
Que me sumerjo en lágrimas de felicidad cada vez que le pienso.
Y que ahora sólo bebo vodka para brindar por quién me quitó la venda de los ojos después de fusilarme.

A tu salud, cabrón.

domingo, 20 de marzo de 2016

Pienso demasiado en ti. En lo que debimos y no debimos haber hecho en su momento. En cómo se te ocurrió arriesgarte y lanzarte de cabeza al barranco de mis defectos. De mis manías que sacarían de quicio a cualquiera, mientras tú las concibes como virtudes.
Pienso que antes de nacer ya estaba lo nuestro escrito. Que cuando jugaba a inventarme una vida tú estabas en todas (sin yo saber nada). Y que ahora que invento juegos tú eres toda mi vida. Juegos e historias que culminen en la magia de tu sonrisa, que cura y oprime el pecho dejándote una sensación de alivio y muchas ganas.
Nadie había bailado nunca con las sábanas de mi cama. Ni con mis sentimientos a flor de piel.
Tampoco nadie se había molestado en unirme los lunares intentando descifrar el enigma de si era él el adecuado. A ti te lo digo yo sin tener que pintarme nada en la espalda (aunque ya lo hayas hecho): eres el único.
Y lo eres porque conmigo eres paciente. Me das la calma que necesito y la estabilidad con la que toda mujer cuerda ha soñado alguna vez despierta. Me das ilusión en frasquitos de detalles. Me das caricias que me alegran las entrañas (que se retuercen y te confiesan que tengo ganas de hacerte el amor). Me das vida en cada uno de tus abrazos y me la quitas en cada decepción causada por mi falta de tacto proveniente de un corazón de acero. Me haces ser yo misma, porque afirmas que soy yo y no otra por la que te levantas todos los días con la motivación en la sangre y sales a hacer lo que mejor se te da: ser un campeón.
Te amo, pero eso sólo son dos palabras que jamás podrán expresar cuán importante eres para mí. Lo eres todo, cariño.

sábado, 19 de marzo de 2016

Lo cierto es que he emprendido una metamorfosis sentimental en menos de lo que cualquiera pudiese esperar de mí. Y digo esto porque nunca fui de avanzar a grandes pasos, ni de saltar los obstáculos del camino con la destreza suficiente; yo soy la que se cae al suelo tras tropezarse con la misma piedra, se destroza en la caída (e incluso antes de tocar fondo) y luego se levanta con cicatrices preciosas y la puta piedra en el bolsillo.
Dicho esto debo admitir que mi actitud no es precisamente admirable. Que lo que yo considero ser valiente otros lo ven con ojos diferentes. Que mientras yo pongo la esperanza por bandera otros la pierden en camas de Dios sabe dónde. Y a veces estoy orgullosa de ser como soy, mientras el alma me solloza por tener que volver a recomponer los pedazos y hacerme sonreír más de lo que alguna vez pude.

Pero hace tiempo que la suerte decidió cogerme de la mano. Y cuando digo suerte tarareo su nombre. Y cuando digo nombre me suena a hombre, que es todo él.

[...]

Mi falta de cariño estaba saciada con besos bumeranes.
Mi melancolía sólo se revolvía en las noches más estrelladas.
Mi piel estaba sanando después de tantas caricias vacías.
Y yo en mi conjunto estaba empezando a darme cuenta de qué era lo que verdaderamente necesitaba.

No sé de dónde vino aquel impulso feroz por agarrarme a su espalda y no soltarme hasta que él (o el cansancio) me empujase. Tampoco sé por qué fue en mi mejor momento cuando necesité tanto de su presencia. Ni por qué en los malos, de repente, siempre afloraba su apoyo incondicional.
Sólo sé que entre sus brazos me siento como en casa, y que fue precisamente en una dónde el frío, el alcohol y las personas que ya no están me susurraron en versos que tenía que tomar el tren de mi vida de una vez por todas.

Reconozco que dudé. Que mientras el mundo y el caos se reorganizaban armónicamente para que todo nos saliese bien yo vivía con el miedo en la punta de los dedos; y no se puede tocar el arte pudiéndolo manchar de incertidumbre.
Me dio miedo retomar el camino que tantas veces había emprendido sin nunca llegar al final, pues mis piernas siempre se atrofiaban al cabo de meses andando sobre baches y finalmente, acababa tan hecha polvo que tenía que abandonar y reptar a ciegas hasta un hogar de paso.

Qué casualidad que él siempre fue hogar para mí,
que el camino ahora lo termine a su lado
y que aún no teniendo heridas que sanar, me las sé curar todas.

Y qué fácil amar, cuando es él el indicado.


                                                                                                                                           -F

miércoles, 21 de octubre de 2015

Hay rayos de luz
que te acarician la cara
mientras la puta lluvia
te desmaquilla el alma.

Y lo cierto es que ahora mismo no sabría con qué quedarme.
No sabría, por ejemplo
si me dejaría cegar
por tu profunda mirada cobre
o buscaría el verde esperanza
de sus ojos de gato.
Esperanza que tú me das, mientras él me la quita.
Gata como lo que soy, cuando pierdo siete vidas en cada beso de incertidumbre.

No puedo asegurarte que vaya a quererte siempre.
Tampoco que no vaya a quererlo a él (puesto que lo hago, aunque con menos fuerza(s))

Lo único que puedo decirte es que estoy desnuda frente a una situación caótica.
Y el caos,
como cualquier círculo perfecto
no valen una mierda
comparados con los lunares de tu espalda.

Él no tiene lunares.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Me he replanteado tantas veces cómo sería mi vida si me guiase por impulsos, que creo que se me ha pasado ya un buen trozo y sigo estancada en el mismo punto del camino.
Y es que, ¿quién no se ha sentado alguna vez a solas consigo mismo y se ha preguntado qué habría pasado si hubiese hecho esto y no lo otro?
Si hubiese besado a la puta y no a la dama.
Si hubiese adoptado a un niño huérfano en vez de a un perro.
Si hubiese dicho un 'te quiero' a tiempo.
Si se hubiese dejado llevar...

Pero hay que reconocer que los impulsos no están hechos para todo el mundo.
Que a todos nos gusta correr cuesta abajo, pero a muchos nos acojona no tener frenos.
Y reconozco que yo soy así.
Que te besaría 
delante de cientos de gilipollas
con la mirada perdida
en nuestros labios
y al llegar a casa
me lamentaría una y otra vez
por no haberles tapado los ojos
y haberte hecho el amor. 

Hoy haría tantas cosas de las que mañana me arrepentiría que me faltaría vida para contártelas todas.
Pero prefiero pensar,
que me queda mucha vida
para hacer de todo
y no contárselo a nadie.



Hace más de un mes
que decidí empezar de cero
y aquí sigo restándole
tus sonrisas a mi calma.

Pero siento decirte que tu recuerdo se está petrificando.
Que no está vivo, que ya no late.

Puedo sentarte en mis rodillas
y contarte con toda certeza
que se me han muerto las mariposas
y no creo que vuelvan otras en mucho tiempo.

Lo sé porque lo siento.
Lo tuyo no.
Ni a ti.
Ni a mí.

Lo sé porque me acuerdo cuando estaban
y era mágico
y precioso
y emocionante
y dañinamente humano
y permanentemente efímero.
Como tú cuando sentías. Como tú cuando vivías.

Ahora ya todo ha cambiado.
Todo el mundo parece haberse ido de repente
y yo sigo anclada en el mismo lugar
al que volví a rastras
con la confianza sangrándome en las manos.

Es cierto, sigo aquí.
Pero ya no sangro.
Ni me arrastro.
Ni me quedo.

Así que entérate de una vez
que así como decidí no quedarme
y sí marcharme
y no llamarte
y tú no buscarme,
nunca jamás volveré a amarte.





viernes, 11 de septiembre de 2015

Aquel beso inesperado
me llenó en un segundo
el alma
de colores.

Y no hablo de colores primarios; sino de colores que bailan, se mezclan y dan como resultado la tonalidad más increíble que hayas visto jamás. Una tonalidad que cambia según la intensidad de cada matiz, pero al fin y al cabo, puro arte.
Eso eras tú, arte.
Recuerdo cómo esculpí una y otra vez tu cuerpo en forma de fotogramas cada vez que aquel maldito reloj daba la media noche. Todo estaba en blanco y negro y tú contrastabas tan bien que incluso llegó a asustarme tu belleza incomprensible.
Tampoco olvido el día en el que te usé de lienzo y pinté todo mi dolor en forma de mariposas. Mariposas de caricias que adornaban tu piel vacía y exenta.
Mariposas pasajeras que parecían encontrarse en casa.

Al fin y al cabo insectos con alas, para que así todo mi sucio pasado se esfumase a otros cuerpos que no fuesen los nuestros.

Añoro moldearte como el artesano da vida al barro,
pues yo también te daba la vida con cada una de mis miradas.

Era tanto lo que me provocó aquel dulce posar de tus labios,
que hoy,
aún estando tan cerca
y a la vez tan lejos,
rezando por no pensarte
y pensando por no buscarte,
sigo cerrando los ojos
a la espera de olvidar
al menos por un instante
cómo de viva me sentí
con tu boca enganchada
a las arrugas de mi frente.